Por la Arquitecta Paisajista Gloria Aponte G. Delegada SAP ante la IFLA Comité de Educación IFLA Región Américas Gestora de la Maestría en Diseño del Paisaje UPB, Medellín Consultora, asesora
El próximo mes de junio se cumplirán 10 años de la gestación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), durante la Conferencia de las Naciones Unidas, celebrada en Río de Janeiro en 2012 (Río+20). Desde su adopción en 2015, éstos ODSs han sido paradigma -por lo menos de palabra- para los países comprometidos.
Como consecuencia, se dispone de marcos, derroteros y lineamientos que orientan el posible cumplimiento de tales objetivos, siendo muy escasa la consolidación de acciones al respecto; pues resulta habitual esperar que, como por arte de magia, solo invocándolos, los propósitos se hagan realidad. Siempre se encuentra un pero, o un culpable para justificar su incumplimiento por cada una de las instituciones o de los individuos.
Por otra parte, ha sido general y continua la tendencia a interpretar o tomar los ODSs como bandera o escudo “medioambiental”, cuando en realidad éstos solo representan unas reglas básicas para un razonable DESARROLLO; una agenda global, aprobada internacionalmente para movilizarse hacia objetivos comunes de crecimiento.
Los Objetivos se enfocan en: bienestar de las personas, prosperidad, la participación colectiva y la paz. Propósitos loables pero que desatienden la base de todo: la naturaleza. La que provee hogar, alimento, materiales y demás elementos que garantizan la continuidad de la vida humana. “La degradación ambiental que vivimos hoy se origina en la forma absurda del desarrollo imperante y de la explotación de la naturaleza hasta un grado de insostenibilidad nunca antes visto.” Nos recuerda Collado Ruano (2016).
De los 17 ODSs solo 4 se orientan al ámbito sostenible de la naturaleza. (Ver Figura 1).
El 6. Agua limpia y saneamiento
El 13. Acción por el clima
El 15. Vida de ecosistemas terrestres
El 16. Vida submarina
La desigualdad y la pobreza extrema, a las que se refieren los ODSs 1, 2, 5, 8,10 y 16, son resultados palpables, desde lo social, de un manejo egoísta, egocéntrico e inmediatista de la naturaleza que pertenece a todos, o mejor a la que todos pertenecemos. (Ver Figura 2).
Figura 1. Objetivos de Desarrollo Sostenible, clasificados según ámbito. Fuente:Azote Images para el Stockolm Resilience Center. How food connect allthe SDGs.
Figura 2. Egoscentrismo vs. ecocentrismo.
Fuente: https://twitter.com/Kazveg_/status/1357032628097015809/photo/1
Recientemente, la pandemia COVID 19 nos hizo girar la vista hacia la naturaleza, pero tan pronto la gravedad cedió, la preocupación volvió a ser la estabilidad económica y ahora todos los esfuerzos se enfocan hacia allá; es decir, a la muestra evidente de que se está creciendo en productos vendibles. Hubo una esperanza efímera de que la situación vivida hiciera reflexionar sobre la conveniencia de redireccionar la relación hombre-naturaleza, al percatarse de que la naturaleza estuvo primero, de que ella no nos necesita y por el contrario dependemos de ella.
Tomemos como ejemplo el agua: el 90% de las veces que se menciona, por lo menos aquí en la capital del Tolima es en referencia a “disponibilidad” para el consumo humano. El mismo Objetivo 6, clasificado atrás como atento a la biósfera, se enuncia como “agua limpia y saneamiento” Ahí queda faltando el compromiso con la continuidad del ciclo, es decir de la esencia misma del agua. Solo importan ciertas características benéficas para el consumo y la comodidad de las personas. Una muestra puntual local, es la desatención por ejemplo al nacimiento y transcurso del río Opia, en Ibagué. El único que nace en plena zona urbana y es ocultado, agredido con desechos industriales y domésticos y nada visible para la administración pública.
Invitamos a los lectores a recapacitar, pero principalmente a actuar en pro del respeto por la naturaleza y a reconocer nuestra dependencia absoluta de ella.